La escultura en los monumentos públicos de Sevilla, embellecen el entramado de calles y plazas de la ciudad hispalense, las obras existentes en ellos nos hablan de personajes importantes de la ciudad.
La idea de este artículo es hacer un recorrido por algunos de los más representativos existentes en las calles de Sevilla.
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Monumento a Murillo
Es el monumento público más antiguo de Sevilla, aunque la idea del monumento venía de la década de los años 30 del siglo XIX no se coloca en su ubicación hasta el día 1 de enero de 1864, coincidiendo con el nacimiento del gran artista.
Como primer emplazamiento se propuso la plaza de Santa Cruz, pero posteriormente se buscó un lugar donde pudiera tener más repercusión y esta fue la plaza del Museo.
Existe una copia de esta escultura en la puerta de Murillo del Museo del Prado, realizada por el mismo escultor.
La obra de Sevilla se encuentra situada en una plaza con profusa arboleda, donde destacan gigantescos ficus, otro detalle importante es que la obra se encuentra a la altura de la fabulosa portada principal del Museo de Bellas, que originariamente era la portada de la iglesia del Convento y que se trasladó allí para destacar por su belleza la entrada a la pinacoteca sevillana. Destacar también el pedestal realizado por Demetrio de los Rios.
Recomendamos poder visitar el Museo de Bellas Artes y conocer las obras que hay de este genio de la pintura en su interior.
Daoiz
Uno de los monumentos realizados por Antonio Susillo en la ciudad, donde aparece el sevillano que levantó al pueblo de Madrid contra la invasión Napoleónica junto con Velarde.
Interesante no sólo el monumento sino que alrededor del monumento se encuentran cañones que recuerdan que era capitán de artillería. También es muy interesante el pedestal con altorrelieves que hablan de como este importante personaje levantó al pueblo de Madrid.
Estatua de Diego Velázquez
En la Plaza del Duque de la Victoria podemos encontrar este monumento al gran pintor Diego Velázquez. Esta obra en bronce, inaugurada en 1892, es del escultor sevillano Antonio Susillo, hecha en los talleres de Ojeda y situada sobre un pedestal del arquitecto Juan Talavera y Heredia.
El escultor se basó en el autorretrato que él pintó en «Las Meninas», portando el pincel y la paleta y con una banqueta de estética barroca.
Estatua de Fernando III
Este monumento se encuentra en el centro de la Plaza Nueva desde 1924. Es una representación de Fernando III, conocido como El Santo, conquistador de la ciudad en 1248 y patrón de Sevilla.
El monumento consta de una estatua ecuestre realizada por Joaquín Bilbao, hermano del pintor Gonzalo Bilbao. Fernando de Castilla empuña en su mano derecha un cetro rematado con una cruz, mientras la espada Lobera permanece envainada a su izquierda. En la silla, se aprecia una imagen de la Virgen con el Niño Jesús en brazos, la Virgen de las Batallas que se conserva en la Catedral de Sevilla y puede conocerse en la visita al monumento. Siguiendo la creencia popular sobre la simbología en este tipo de representaciones, que el caballo tenga las cuatro patas en el suelo revela que el protagonista murió por causas naturales y no en batalla o por heridas sufridas en ella.
En el pedestal sobre el que se sitúa la imagen de San Fernando aparecen el hijo del monarca, Alfonso X (realizada por Enrique Pérez Comendador), el Almirante Ramón de Bonifaz (obra de José Lafita Díaz), el Obispo Don Remondo (por Alfonso López Rodríguez) y el Caballero Garci Pérez de Vargas (de Joaquín Sánchez Cid).
Glorieta de Bécquer
Este monumento de mármol, es uno de los lugares más emblemáticos del Parque de Maria Luisa. Está declarado Bien de Interés Cultural y dedicado al poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer. El grupo escultórico lo conforman unas figuras dispuestas en cinco lados de un pedestal octogonal. Por una parte, nos encontramos con el busto del poeta con su fecha de nacimiento y fallecimiento. Junto a él, tres mujeres sentadas en un banco que simbolizan tres estados del amor: el amor ilusionado, el amor poseído y el amor perdido. Ellas representan la rima de Bécquer “El amor que pasa”:
«Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman,
el cielo se deshace en rayos de oro,
la tierra se estremece alborozada.
Oigo, flotando en olas de armonías,
rumor de besos y batir de alas;
mis párpados se cierran…¿Qué sucede?
Dime.
–¡Silencio! ¡Es el amor que pasa!»
Por último, el conjunto lo completan dos figuras de bronce: un hombre que se retuerce de dolor simboliza el amor herido, y un joven Cupido representa el amor que hiere.
El monumento parte de una iniciativa de los hermanos Álvarez Quintero, admiradores de Bécquer, que llegaron a escribir una obra de teatro “La rima eterna” para poder financiar gran parte de la obra. Junto al escultor Lorenzo Collaut Valera escogieron esta rotonda e inauguraron este homenaje al poeta romántico el 9 de diciembre de 1911.
Monumento al Cid Campeador
El monumento a Rodrigo Díaz de Vivar se encuentra ubicado en la Avenida del Cid. Esta escultura de bronce fue un regalo de la escultora Anna Huntington para la Exposición Iberoamericana de 1929.
A pesar de las dudas, los responsables del Ayuntamiento decidieron colocarla frente a la entrada principal de la exposición siguiendo las indicaciones realizadas por Alfonso XIII.
El monumento fue inaugurado el 22 de septiembre de 1927. En él, vemos al Cid montado en su caballo, Bavieca, en actitud triunfante. Aparece sobre un pedestal de piedra de base rectangular, diseñado por el arquitecto Vicente Traver y Tomás. En dicho pedestal hay dos grabados en sus frentes mayores.
En uno de los frentes se puede leer:
“SEVILLA / DORADA CORTE DEL REY POETA MOTAMID / HOSPEDO A MIO CID EMBAJADOR / DE ALFONSO VI Y LE VIO VOLVER / VICTORIOSO DEL REY DE GRANADA.”
Y en el otro:
“EL CAMPEADOR / TERRIBLE CALAMIDAD PARA EL ISLAM /FUE POR LA VIRIL FIRMEZA DE SU CARÁCTER / Y POR SU HERÓICA ENERGÍA UNO DE LOS / GRANDES MILAGROS DEL CREADOR / BEN BASSAM.”
Monumento a Juan Martínez Montañés
Esta escultura, se hizo en los Talleres Codima de Madrid en 1924, por iniciativa del periodista Enrique Garro.
En principio, fue colocada en una acera amplia que existía junto a la fachada de la Iglesia del Salvador. Posteriormente, el monumento fué trasladado a la esquina de la Catedral, que se encuentra junto al Archivo de Indias. Finalmente, volvería al lugar original, donde se encuentra actualmente.
Este monumento está realizado por el escultor Agustín Sánchez-Cid y es uno de los elementos más destacados e identificativos de la Plaza del Salvador. Una vez más, fue realizada para la Exposición Iberoamericana de 1929.
Dicho monumento está compuesto por un pedestal cuadrangular de mármol blanco. En las esquinas sobresalen en relieve las figuras de ángeles, mientras que las facetas principales se reservan para las cartelas. En la parte superior, se encuentra el retrato sedente de Martínez Montañés, que porta la imagen de la Inmaculada Concepción, popularmente conocida como la Cieguecita, como símbolo de su actividad artística y de la vinculación de su obra con la temática religiosa.
Glorieta de Aníbal González
Frente a la Plaza de España, podemos encontrar un monumento que muestra el respeto y rinde tributo al arquitecto de la misma, Aníbal González.
Para el encargo, el Ayuntamiento de Sevilla convocó un concurso y una votación pública orientativa para decidir qué proyecto se llevaría a cabo. El consistorio también tuvo en cuenta la opinión de la familia del arquitecto.
Esta escultura de bronce es obra del arquitecto Manuel Osuna y de los escultores Manuel Nieto López y Guillermo Plaza.
En la obra, titulada Reencuentro, se sitúa la figura del arquitecto de frente a una de sus obras más monumentales. Hoy día, además de ser uno de los enclaves más bellos y visitados de Sevilla, está considerada como una muestra representativa del estilo regionalista que tanto exploró Aníbal González.
Esta escultura, además, esconde algo que a simple vista pasa desapercibido para los visitantes. Los tres autores fueron padres en 2010, cuando se les adjudicó el proyecto. Así que quisieron dedicar un pequeño espacio de la escultura a este acontecimiento. De este modo, se pueden ver tres pequeñas manos escondidas bajo el abrigo del arquitecto.